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LIBROS PUBLICADOS POR LA AUTORA
(poesía y narrativa)
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lunes, 29 de abril de 2013

Día del animal en Argentina- La zorra (de la autora)

Como homenaje al fallecimiento, en 1926, del doctor Ignacio Lucas Albarracín, el 29 de abril se festeja en la Argentina el Día del Animal.
 El doctor Ignacio Lucas Albarracín fue uno de los fundadores de la Sociedad Argentina Protectora de Animales y el propulsor de la Ley Nacional de Protección de Animales (N° 2786), que establece la obligatoriedad de brindar protección a los animales, de manera de impedir su maltrato y su caza.
El día del animal se instituyó en 1908 por inspiración de Clemente Onelli, entonces director del Jardín Zoológico, y de Albarracín, Presidente de la Asociación Protectora de Animales.
 Cabe destacar, que a nivel mundial el Día del Animal se celebra el 4 de octubre. Según Wikipedia, la celebración en esta fecha nació en Florencia, Italia en 1931, en honor a San Francisco de Asís, “amante de la naturaleza y santo patrón de animales y medioambiente”, y luego se expandió a todo el mundo. Actualmente, en muchos países, en esta fecha se ofrecen misas en las iglesias para bendecir a los animales.

En homenaje a los animales, vaya esta historia real que ocurrió en mi pueblo, Clucellas.


LA ZORRA (de la autora)
(1ª  Mención en Cuento "XXIV Concurso Literario Provincial Mario Vecchioli" - Municipalidad de Sunchales- Sta. Fe -Argentina-2012)

     Esta es la historia de una zorra, que trajeron, hace un tiempo, del campo al pueblo y no tardó en adaptarse como parte nuestra comunidad. Se instaló en un sector que, podríamos decir, es donde hay más movimiento y la entrada obligada para todo el que llega a Clucellas, un pequeño pueblito agrícolo-ganadero de la provincia de Santa Fe. Comenzamos a llamarla “La Zorri”.
     En seguida se ganó la simpatía de todos los vecinos, incluso de las sociedades canina y felina que habitaban el barrio y que la tomaron como un entretenimiento diferente, ya que frecuentemente se la veía jugar con integrantes de estos dos grupos. Era común verla transitar por patios y jardines o frentes de casas, cuyos dueños trataban de no hacer ruido para no espantarla, y mantenerla un ratito más, como si fuera su mascota. Nadie sabía bien donde dormía porque siempre “aparecía” y todos le daban de comer. Cuando veía que alguien le traía comida, se acercaba lentamente, calculando la distancia, y esperaba que la persona se alejara para recién tomar su ración. A veces, se alimentaba de los balanceados de los perros y gatos que robaba con mucha astucia, mientras el verdadero dueño de la comida estaba distraído.
     Formaba parte, también, de las reuniones sociales, durante el transcurso de las cuales comía de las sobras que “caían” al suelo. Era habitué, por ejemplo, de un club del barrio donde semanalmente un grupo de amigos se reunían a comer y donde ella era también protagonista, pasaba casi desapercibida alrededor de la mesa, sin acercarse demasiado, hasta que alguien le tiraba algún pedacito y entonces salía a gran velocidad con el preciado trofeo. Por las mañanas, asistía al izamiento de la bandera en la escuela primaria, lo que distraía la atención de los alumnos que cantaban “Aurora” parados en la fila. Y por las tardes concurría al “campito” donde los chicos se juntaban a jugar al fútbol, ella los provocaba e intentaba quitarles la pelota sin ninguna intención de atacarlos o se quedaba en un extremo de la canchita observándolos mientras jugaba con algo que había encontrado.

     Para los extranjeros era una novedad y un atractivo pintoresco del pueblo. La radio y el cable local hicieron un informe especial que luego transmitieron a localidades vecinas, informando sobre nuestro simpático individuo. También fue motivo de fotos para quienes queríamos tener un testimonio de que lo salvaje puede convivir en armonía con lo doméstico y cotidiano.
     Solitaria, distante y observadora, siempre midiendo las distancias, no se dejaba tocar, como sabiendo que estaba en un lugar que no le correspondía. Pero rondaba libremente las calles del pueblo y ya todos sabíamos que formaría parte de la historia de Clucellas, por eso, la cuidábamos. Cuando pasaba un auto o cualquier vehículo por esa zona, el conductor reducía la velocidad si veía que la zorra estaba cruzando. Y cuando hacía unos días que no aparecía todos preguntábamos por ella y sólo nos quedábamos tranquilos cuando alguien afirmaba con seguridad “yo la vi ayer” o “estaba jugando en tal o cual esquina”.
     De a poco y no sabemos por qué, se fue cambiando de barrio. Y algunos decían que la habían visto peleando con otros perros, varios de ellos acostumbrados a cazar. Muy rara vez se asomaba por el centro del pueblo y su habitual ausencia ya nos preocupaba.
     Un día pasó lo imprevisible, o quizás lo previsible. La zorra volvió al barrio, herida. Se recluyó en el rincón de un patio y casi no se movía. Fue en esos instantes cuando permitió que se le acercaran y la tocaran, acaso en señal de agradecimiento por todo lo que habían hecho por ella los humanos. Un agradecimiento silencioso y profundo, reflejado en su mirada, que poco tenía de salvaje. Había invadido un espacio equivocado, el de los animales domésticos, y la naturaleza, sabia y perfecta, se lo reclamó. A lo mejor, llamó demasiado la atención de los hombres para que los otros animales soportaran su presencia. Celos, lo llaman algunos, competencia, le dicen otros, la supervivencia al fin.
     Ni siquiera el veterinario la pudo salvar, las heridas ya habían hecho lo suyo, en ella… y en nosotros.

 Publicado en el libro “Sentate que te cuento”- Editorial de los cuatro vientos- Bs. As.- 2009.
                         

7 comentarios:

Unknown dijo...

Una historia conmovedora.
No tenía idea del Día del Animal, pero claro, vivo en Chile, y aquí no he escuchado de aquello. Encuentro muy tierno que hayas publicado ese relato como homenaje.

Saludos cordiales desde Chile!

Myriam Jara dijo...

Triste y emotiva historia... Habría que definir "salvaje", un mote puesto por los hombres, claro. Yo estoy segura que los animales son mucho más inteligentes y perceptivos que nosotros, incluso más nobles, ellos matan para sobrevivir, nosotros, por el poder. Muy bueno, Beatriz, gracias por compartirlo. ¡FELIZ DÍA A TODOS LOS HERMANITOS DE CUATRO PATAS!

S .M.T dijo...

Me emocionaste , mucho mucho....

Anónimo dijo...

Gracias Beatriz por la información y por compartir tan bello y sentido relato.

Marta Susana

Suvalle dijo...

MUCHAS GRACIAS Y MUY LINDO EL TEXTO!!

Anónimo dijo...

Gracias por compartir esta conmovedora historia. Vivo en VGB, por acá por las tardecitas o por la noche, los zorros también cruzan por nuestro patio y a veces se detienen para quedarse mirando. pero por acá son muchos.

Anónimo dijo...

Hermosa historia. Me recordó a la cría de tres huérfanos zorrinos que hice en mi adolescencia. No se horroricen, a uno le apreté la nariz con la puerta y ni así "orinó". Ya estaba acostumbrado. Pero llegado el momento el reclamo natural los alejó de mi casa (vivía en el campo) y los dejé ir.